Desde la más lejana antigüedad el hombre ha experimentado siempre el deseo de conocer su «destino». Pruebas de esto, las encontramos en la mitología de todos los pueblos y culturas de la historia, en la figura del oráculo, el vidente-adivino, y el mago de los cuentos de hadas. Pero es bueno reflexionar sobre esta tendencia que hoy en día, la vemos trasladada a las prácticas modernas de la psicología, las terapias alternativas y los senderos un tanto confusos de la llamada Nueva Era.
Desde los comienzos mismos de la historia del hombre sobre la Tierra, ha habido un sin número de intentos por conocer el devenir y el significado que este tránsito llamado vida, nos depara. De todos los sistemas que el hombre ha creado para poder tratar con su destino, es la astrología, sin duda la más antigua. Desde sus inicios en Mesopotamia, alrededor del año 3000 a.C., esta disciplina ha sufrido los avatares de la historia, con sus sucesivas transformaciones, aportaciones, prohibiciones y ocultamientos, que desembocaron en la concepción errónea de pseudo-ciencia típica de principios del siglo XX. La explosión de los medios de comunicación y la trivialización del tema terminó de configurar una imagen que como mínimo asusta y ofende al sentido común.
Paralelamente a esto, y tras el desarrollo científico del pasado siglo con el advenimiento de la psicología y de las nuevas perspectivas en el campo de estudio de la conciencia, la astrología ha vuelto a ser una seria alternativa para el autoconocimiento y búsqueda existencial humana. La concepción actual de la astrología dista bastante de la noción fatalista de la vida y aun más de los intentos predictivos típicos que en otras épocas y aún hoy se le endilgan. Hoy por hoy el conocimiento astrológico se manifiesta como un «mapa» o «plano» de la propia psiquis del individuo. La profundización consciente en uno mismo mediante la perspectiva astrológica brinda la posibilidad de conocernos e integrar todas aquellas partes conflictivas de nosotros mismos.
La carta natal, principal estudio planteado en astrología, es una representación del cielo en el momento y el lugar exacto del nacimiento de una persona. Esta representación nos brinda una enorme cantidad de elementos simbólicos, que nos permiten adentrarnos con un sorprendente grado de exactitud en el diseño arquetípico de la psiquis individual.
Ya sea el análisis de la sinastrías (comparación de dos cartas natales) de futuras parejas, o el análisis de la carta natal y/o revolución solar de una persona, o hasta la caracterología básica de un adolescente en búsqueda vocacional, el estudio astrológico se revela como la herramienta adecuada en más de un sentido, en el camino del mejoramiento personal y una valiosa ayuda en cualquier terapia curativa que emprendamos.
La concepción del destino como una sustancia externa se vio profundamente modificada desde el advenimiento de la psicología del Dr. Jung, y cobra hoy más que nunca un sentido más interiorizado, reconociendo que las propias propensiones inconscientes, los conflictos irresueltos y las propias potencialidades forman en realidad el entramado, el diseño del propio destino. Dicho de otro modo, todo elemento que permanezca inconsciente en la psique tiende a ser experimentado en forma de destino externo, regla básica de la psicología.
Envueltos en las alas de la cultura occidental y moderna, el hombre ha visto reducida su capacidad de conexión con el ámbito interior que le da origen.
Esta misma carencia, se ve agravada por el exceso de estímulos sensoriales y materiales que lejos de propiciar un encuentro personal con el ámbito del propio espíritu, va desviando la mirada y transformando la concepción que tenemos del destino, en una función de factores externos, y por ende sin repercusión directa en el orbe de la conciencia personal.
Lejos de favorecer esta situación, la tan mentada nueva era, ofrece un cúmulo insospechado de técnicas y puntos de vista de mejoramiento personal, desestructurado y caótico, que no cuentan con la unicidad ni conceptual ni vivencial necesarias para ser guía del hombre del siglo XXI.
Es absolutamente necesario en estos momentos volver la mirada al campo más básico en la experiencia del autoconocimiento, para volver a vivir la conexión intrínseca del hombre con su propio destino y con la naturaleza.
Entendemos de este modo, nuestro papel como humanos en el concierto de la creación para poder brindarnos y brindar una ayuda efectiva que haga expandir nuestro potencial personal, sin las falacias de la intelectualización ni el desasosiego producto de técnicas o puntos de vista demasiado ajenos a nosotros mismos y a nuestra cultura.
Este es el desafío del hombre en estos tiempos, y la responsabilidad que tenemos para con nosotros mismos, con nuestro destino y con el resto del universo.
Vistos desde la perspectiva astrológica, los hechos de la vida adquieren un significado profundo y revelador en el plan de desarrollo de la propia individualidad y por lo tanto, es la experiencia indispensable en el camino del devenir, para llegar a ser eso, en lo que solo cada uno de nosotros puede convertirse.